Simone Weil es realmente inclasificable. De la actividad sindical a la crítica marxista más mordaz. De profundas convicciones pacifistas a la participación en el frente junto a las milicias anarquistas de la guerra civil española. De la filosofía existencial agnóstica al misticismo ascético. De la militancia sindical a las puertas del catolicismo. Lo que desde una visión superficial puede parecer una actitud contradictoria, es en realidad un viaje de transformación personal de alguien que se muestra totalmente transparente en defensa de la autenticidad y en busca de la verdad a través del pensamiento y la acción comprometida. No podía evitarlo, tenía el Sol en Acuario y el Ascendente en Sagitario con Júpiter en Virgo…
En este artículo me acerco a la personalidad de Simone Weil desde la perspectiva de la carta de Diseño Humano. Pues ha sido para mí especialmente revelador, después de conocer algo de su vida y obra, descubrir que Simone Weil es Reflectora, una rara tipología (son solo un 2% de la humanidad) con una sensibilidad muy especial. Revelación que todavía hace más atractiva y misteriosa su persona.
El Reflector es una tipología Lunar que tiene la cualidad de captar y reflejar la energía vibrante de su entorno. Esto le confiere la rara habilidad de testar y evaluar su entorno con gran precisión desde una profunda intuición regida por los ciclos de la luna. Son individuos con una sensibilidad al entorno social que fácilmente les hace sentirse inadaptados, en tal caso pueden llegar a sufrir enormemente. Normalmente son personas muy inquietas y ansiosas que les cuesta encontrar su lugar. Sufren al estar absorbiendo los problemas de su entorno si lo viven como responsables, con culpa e inseguridad. Tienden a identificarse con el ‘nosotros’ ya que su naturaleza les lleva a fijar su atención en los demás, su dificultad reside en llegar a sentirse formando parte del grupo, aun siendo tan diferentes.
La excepcionalidad del Reflector viene del hecho de no tener ninguna definición en sus centros energéticos, como podemos ver en el gráfico todos los centro energéticos están en blanco. Lo cual significa que todo sus centros energéticos actúan como receptores. El no tener ningún centro activo-emisor, el campo energético de la persona, su aura, se vuelve totalmente receptiva, capta y refleja la energía que recibe del exterior, como la Luna. Este aura se especializa de tal forma que testa y evalúa constantemente lo que percibe del entorno, pero sin dejarse penetrar. Por eso su verdadero don está en sentir y evaluar sin dejarse absorber ni arrollar por los conflictos, desarrollando una verdadera actitud de empatía sin afectarse. Cuando el entorno social les acompaña y logran sentirse integrados pueden volverse personas influyentes, en forma de líderes benévolos que saben rodearse de relaciones saludables. Con la madurez aprenden a desapegarse de los asuntos mundanos y a tomarse la vida de una manera impersonal, adquiriendo una perspectiva más objetiva e imparcial sobre los asuntos humanos. Los Reflectores se considera que son óptimos para la función de jueces, por su perspectiva objetiva e imparcial.
No deja de ser sorprendente que una Reflectora como Simone Weil llegara a escribir un borrador de constitución para la República francesa, en la que proyectaba una República de jueces, según Georges Hourdin. Como explica en el capítulo que copio más abajo.
Simone Weil mostró un empeño y una obstinación admirables por entender y tratar de corregir, los males del mundo. Empeño y obstinación que son característica del perfil 1/3, investigador – anarquista. Junto a una sensibilidad por los problemas de la humanidad característica de su Sol de personalidad en el Hexagrama 13 “La Comunidad con los Hombres” que dota a sus portadores de mucha empatía y apertura hacia los demás. Forma parte del canal del “Hijo Pródigo”, el cual nos habla de la capacidad de almacenar información acerca de las experiencias del pasado y de la capacidad de ofrecer dirección y guía a los demás. Un perfil que encaja a la perfección con su trayectoria.
Simone Weil acabó su vida muy joven, a los 34 años. Fruto de una tuberculosis que podría haberse curada en el hospital en el que ingresó de no ser por el estado de desnutrición autoinfligida en que se encontraba.
Simone tuvo una infancia feliz en el entorno apacible y saludable que le brindó su familia. Este le permitió vivir una plenitud personal y un estimulante desarrollo intelectual que combinado con su carácter y especial sensibilidad, la catapultó hacia la filosofía y el compromiso social con los más desfavorecidos en un mundo agitado por un grave y violento conflicto. Profundamente implicada con una filosofía existencial que la empuja a aprender desde la experiencia para comprender el mundo, se obliga a pasar por la experiencia de trabajar en la fábrica para comprender a los obreros y sus problemáticas. Trabaja en el campo como jornalero, obligándose a soportar las condiciones más austeras. Se alista voluntaria al frente español con las milicias anarquistas.
Tras una experiencia reveladora, en un pueblo pesquero de portugal donde asiste a una procesión religiosa tradicional de la virgen, entre cánticos al martirio, entiende que la religión cristiana es la religión de los esclavos por excelencia. Se sumerge en el estudio de la historia de las religiones y en su visita al monasterio de Asís tiene una revelación mística en la que siente la presencia de cristo. A partir de ahí su visión del mundo se vuelve mística y su principal crítica es hacia el Catolicismo y su doctrina de la fe. Ella entiende que una Iglesia Católica es necesaria, pero como tal debe estar abierta y aceptar todas las sensibilidades y distintas formas de acercarse al mundo espiritual.
Pero el compromiso de Simone Weil es con la gente, el pueblo llano y sus miserias. Con el comienzo de la II Gran Guerra y la invasión alemana de francia, Simone desde el exilio en Estados Unidos no puede soportar la situación sin hacer nada. No deja de escribir a sus contactos en el gobierno provisional en el exilio de Londres, hasta conseguir un puesto que le permita colaborar en algo. Ella explica que desea estar en el frente corriendo los mismos riesgos que el resto de personas sometidas a las inclemencias de la guerra. Diseña un plan para formar un cuerpo de enfermeras en primera línea de combate, desestimado por el general de Gaulle. Finalmente le dan un puesto de oficina en el servicio Interior de relaciones con la Resistencia en el gobierno provisional en el exilio de londres. Desilusionada por no poder estar en el frente, siente que no se merece vivir la comodidad que le proporciona el exilio mientras sus compatriotas y los soldados del frente pasan hambre y penurias. En este corto periodo escribió muchas obras, entre ellas El Arraigo, mientras se somete a un ayuno severo que le lleva a un estado de desnutrición.
Finalmente, muere en Londres en agosto del 1943, aquejada de una tuberculosis que podría haberse curado de no ser por su estado de desnutrición. Si llegada a este punto, su actitud de compromiso y su implicación hubiera sido más impersonal, quizás, hubiera salvado la vida. Pero entonces su obra no sería la misma y la ardiente pasión que la caracteriza no sería un ejemplo.
Para entender a Simone Weil creo apropiado escribir aquí un capítulo de la obra de Georges Hourdin que el autor tituló ‘el Alma’. Entiendo que este capítulo, haciendo honor a su título, resume muy bien el pensamiento y el propósito de Simone.
El Alma
De la misma manera que rechaza la noción de persona, Simone Weil, desaprueba la utilización de la noción de derecho para definir los grandes principios de la aplicación social de lo sagrado en un constitución política. Prefiere precisar las ‘necesidades’ del alma. Las opone a los derechos del hombre y del ciudadano. Reclamar lo que se le debe tiene para ella poco sentido, sobre todo cuando se trata de cosas que se expresan mal o que no pueden expresarse. Satisfacer las necesidades se adecua más a la realidad espiritual y a la política. Sentir que hay allí, para la comunidad de los hombres, una especie de ‘obligación’ absoluta es el mejor camino para hacerse oír. No esperemos que el sufrimiento, la pobreza, la opresión empujen a los ciudadanos a reclamar la comparecencia del bien absoluto para ellos en la vida de cada día. Cada uno comprenderá de lo que se trata y, si estas necesidades están inscritas al principio de la ley constitucional, será el anuncio de un tipo de sociedad nueva.
“La obligación fundamental para con los seres humanos”, escribe Simone Weil,”se subdivide en varias obligaciones concretas, siguiendo la enumeración de las necesidades esenciales de la criatura humana. Cada necesidad es el objeto de una obligación. Cada obligación tiene por objeto una necesidad. Se trata solo de necesidades terrenas, pues el hombre no puede satisfacer otras. Se trata de necesidades que atañen tanto al alma como al cuerpo. El alma tiene necesidades y, cuando éstas no se satisfacen, se halla en un estado análogo al de un cuerpo hambriento y mutilado. El cuerpo humano tiene sobre todo necesidad de alimento, calor, sueño, higiene, reposo, ejercicio, aire puro. Las necesidades del alma pueden situarse casi siempre en parejas de opuestos que se equilibran y se complementan.”
En efecto, Simone Weil pertenece a la categoría muy poco numerosa de hombres y mujeres que conocen la ley de la complementariedad feliz de contrarios que había aprendido mientras estudiaba filosofía griega. Es el gran principio de la armonía. Cuando se acepta, permite reemplazar la conjunción o por la conjunción y. La mayoría de las polémicas que dividen a los hombres, nuestros contemporáneos, que a su vez, sostienen lo mismo que los teóricos que gozan del favor de la opinión pública, dividen la realidad en dos. Oponen la parte de la realidad que prefieren para hacer una totalidad negadora de lo que no es. Los debates sobre lo adquirido y lo innato, sobre la igualdad entre los hombres o sus diferencias, son falsos debates. La realidad es mucho más rica y global de lo que queremos creer.
La originalidad válida del proceso weliano, en esta elaboración de principios esenciales en toda organización sociopolítica, radica no solamente en haber puesto énfasis en las obligaciones de todos, y de manera especial de los responsables, sino en haber mostrado la necesidad de satisfacer, al mismo tiempo, necesidades aparentemente contradictorias que, en realidad, son complementarias. Simone Weil ha desarrollado su teoría de las necesidades del alma de dos maneras: brevemente, en un estudio para el proyecto de constitución que encontraremos en los ‘Escritos de Londres’, y, más extensamente, en la primera parte de ‘El Arraigo’.
El alma humana necesita seguridad, es decir, no puede vivir bajo el peso del miedo o del terror, lo que no le impide que necesite asimismo el riesgo y la acción. Los ciudadanos más amantes de la libertad y de ciertas formas de democracia necesitan, del mismo modo, obedecer de manera consentida a una autoridad reconocida como legítima.
Los hombres necesitan saber que se les reconoce una igualdad, al menos frente a los grandes hechos de la vida. Al mismo tiempo, saben que son diferentes y que necesitan estar insertos en una jerarquía en la que reconozcan la existencia de jefes dignos de respeto.
El alma necesita una unión estable con su entorno. Necesita que la propiedad privada exista, en lo relativo a los objetos de uso diario y a la vivienda. No, en cambio, por lo que se refiere al dinero líquido, pero esto no impide que necesite participar en una propiedad colectiva. Por ejemplo, necesita participar en la propiedad de sus herramientas de trabajo, de las fábricas, de los almacenes, que son la prolongación de su personalidad, pues pasa allí una parte de su vida.
El alma necesita pensar libremente y poder expresar los resultados de sus búsquedas. La posibilidad de tener una opinión sobre los acontecimientos y una visión personal del mundo fija un límite a los excesos de la propaganda. Pone en cuestión la existencia de partidos ávidos de ejercer el poder. El alma necesita también, y por encima de todas las demás cosas, la verdad. Así pues, para todos aquellos que saben, que han tenido tiempo de acumular conocimiento, es una obligación estricta no engañar al obrero, al campesino, al hombre de la calle. No deben mentir. Deben ayudar a respetar la necesidad de la verdad que nos devora a cada uno de nosotros.
Pero donde Simone Weil aporta una visión importante y una idea original es al mostrar la necesidad que cada hombre tiene de ser respetable y honorable. Extrae conclusiones fuertes en lo que concierne al funcionamiento de la justicia, de manera especial en el derecho penal. La justicia, tal como es en la actualidad, no cumple su cometido. En la mayoría de las ocasiones, no desemboca en una pena digna de este nombre, que haga sufrir a quien ha hecho sufrir por ser, efectivamente, culpable, y que le permita lavar su culpa, recuperar su honorabilidad y aceptar la idea de una reparación. Enorme problema.
La necesidad de honor implica la definición de una sociedad cuyas reglas sean aceptadas por todos o, en cualquier caso, consentidas por casi todos. Una sociedad que no provoque inadaptación ni delincuencia, que no margine a los jóvenes a causa del paro. Esto supone que el régimen de prisiones ha de ser diferente de como es, y que, cumplido el castigo, que no ha de ser forzosamente el encarcelamiento, el culpable rehabilitado sea acogido plenamente en el seno de una sociedad digna de ese hombre.
Que Simone Weil concedió una importancia considerable a la calidad del sistema judicial es algo muy evidente. El proyecto de constitución que había elaborado lo demuestra. Imaginó que el presidente de la República sería elegido por los magistrados. Proyectaba una república de jueces.